jueves, 19 de diciembre de 2013

EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG

Y bien desolados que nos ha dejado a algunos esta segunda entrega de la aventura de Bilbo y cía... Hay varios problemas con la cinta: El primero es querer transformar una novela juvenil en ese gran prólogo previo a la Trilogía del Anillo, con todo el relleno que ello conlleva y que (y llegamos al segundo problema) cambia el tono de la cinta. Pasamos de la alegría y humor de los enanos a momentos oscuros y terroríficos (la pelea de Gandalf con el nigromante y su descubrimiento de "quien" es...).
Otra cosa es que Jackson, se ha "barroquizado" visualmente y las escenas de acción son lo más parecido a un enloquecido videojuego, sin pies ni cabeza, que pone a sus personajes en actitudes más propias de los superhéroes de los tbos (la huida en el río es un buen ejemplo) y marea más que otra cosa.
La historia (aunque tal vez habría que referirse a ella en plural) salta de un lugar a otro, con las ya "marca de la casa" elipsis de Jackson, en la que nos muestra en plano aéreo a los protagonistas yendo de un sitio a otro...
Y todo para ver a... un dragón. A estas alturas de la historia hemos visto decenas de dragones, por lo que la aparición de éste no impresiona lo más mínimo, aunque tenga la voz de Benedict Cumberbacht...
Eso sí, la antorcha de la insoportabilidad se la lleva en esta ocasión el rey elfo Thranduil, una mezcla de Tino Casal y un maloso de opereta...
En fin, una muestra perfecta de que la ambición por querer ganar dinero a espuertas funciona monetariamente, pero no artísticamente.

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