sábado, 23 de enero de 2010

EL CLUB DE LAS DOCE SILLAS


Seguramente no me conocéis,siempre he sido un ser gris, retraido, oculto en mi taller. Pero tengo un plan para salir de las sombras. Veréis, soy pintor de sillas. No muy bueno, la verdad, pero me iba ganando la vida con encarguillos de aquí y allá. Eso sí, siempre que em encuentro con algún conocido mantengo una actitud distante, fría, que les haga creer que se encuentran ante un gran artista. La mayoría de las veces funciona. Es increible lo corta que es la mayoría de la gente, aunque hay algunos, pocos, que ya me han calado.
Pues bien, resulta que tengo un familiar cercano en la Real Fábrica de Sillas de la ciudad y un día, mientras compartíamos un café, le propuse algo. ¿Porque no crear nosotros mismos un evento del que poder beneficiarnos (la verdad, el ya tiene un gran trabajo, coordinando la elaboración de las sillas, pero a mí uno así me vendría de perlas...). Mi primo me miró, pensativo y comentó que era buena idea, pero que debíamos revestirlo todo de acontecimiento, implicar a más artesanos de la ciudad y subrepticiamente conseguir nuestro objetivo.
El Plan estaba en marcha.
Conozco desde hace muchos años a un constructor de sillas, es algo conocido fuera de nuestras fronteras, aunque los años han demostrado que donde unicamente tiene algo de trabajo es en nuestra ciudad. Juntos ideamos el Concurso de las Doce Sillas, y poco a poco, utilizando mis contactos (conocidos, amigos y familiares) y los suyos logramos reclutar a un nutrido grupo de aficionados al arte de la marquetería y la pintura. La verdad es que había de todo, la mayoría sólo había trabajado en sus casas (algunos) y eso sí, gracias a mi amigo logramos convencer a algún artesano de otros lugares, lo que le daba esplendor a nuestra tarea.
Como nuestra urbe es pequeña, rápidamente se extendió la noticia y usando a nuestros contactos en la gaceta local anunciamos a los cuatro vientos que la competición comenzaría y duraría hasta que el último artesano creara su última silla. Yo, por supuesto, me adjudiqué el papel de juez y elegía como quería los diseños, haciendo patente mi "buen" gusto y oficio...
Y así llevamos ya varios meses, el plan marcha a la perfección y yo cada vez me veo más metido dentro de la Fábrica, que es mi objetivo final y único. No me importan las sillas, eso es lo de menos... Sí viérais algunas, a fe mía que se me cae la cara de verguenza. Pero son jóvenes, y creen que llegarán a algún sitio con esto, ya se recuperarán con el tiempo.
Se despide de vosotros este humilde artesano con suerte.
Por cierto, mi nombre es Juan P.

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